Que se acabe facebook
Larga vida al blog
Que en este nuevo año nos leamos mejor
mirándonos a los ojos
en el bar
en la plaza
en la cama
abrazados
cantando canciones
susurrando palabras de amor
riendo hasta morir de la risa
llorando con desconsuelo
como sea y lo que sea
pero juntos amig@s
Este 2018 más poesía
y que reviente el mundo
Hace unos días vi el
documental de Win Wenders “La sal de la tierra” donde se muestra el trabajo del
fotógrafo brasilero Sebastião
Salgado y volví a recordar lo que me fascina la fotografía. El documental parte
con su etimología, dibujar o escribir con luz, y Wenders logra muy bien dibujar
con la luz del cine el gran arte de Salgado.
Hay tantas cosas que se
puede decir sobre la fotografía pero estos días pensaba en ella como una
alegoría de la forma en que las personas somos (o estamos siendo cada vez) en
este adentro/afuera que nos constituye a diario como seres conscientes. El gran
invento de la cámara oscura, esa magia del pequeño haz de luz entrando a la
total oscuridad, penetrando con sus formas, texturas y volúmenes, es también
como entiendo que la existencia “de afuera” nos atraviesa dotándonos de
infinitas imágenes que dan forma a esa amalgama que somos.
En la práctica de Hatha
Yoga se trabaja mucho con la idea de opuestos, de fuerzas o estados contrarios,
así como la luz y la oscuridad, y en la confrontación de estos es que aparece
el conflicto como espacio de investigación y desarrollo personal. En mi
práctica personal de los últimos años todo el tiempo estoy hurgando en este
misterio de ser/sentir/pensar, de ver, de escuchar, de descubrir la conexión
entre adentro y afuera. Tal vez lo hago porque tal como dicen los yoguis, el
origen del sufrimiento humano nace del sentimiento/pensamiento de verse a sí
mismo como algo separado de todo lo que existe.
Así como el Hatha Yoga nos
propone diversas técnicas para abordar estos problemas, pienso que la
fotografía también es un campo fértil de acercamiento a estas preguntas. Y en
estas reflexiones conocí a Raúl Heuty, fotógrafo chileno
que realiza talleres con niños para enseñarles el arte puro del dibujo con luz
usando una cámara estenopeica. Escuchándolo hablar de su trabajo, al ver las
fotos de los niños vi en ellas el testimonio de esta incógnita que me atrapa
cuando me pregunto qué es adentro y qué es afuera.
Así como en la meditación
exploramos ese espacio donde el observador y el objeto observado se funden, en
estas fotografías “estenopeicas” pasa algo similar. La mirada y el objeto de la
mirada fundidos en la total belleza e imperfección del camino entre uno y otro.
La fotografía no como la captura de una imagen estática, sino como la captura del
proceso de una mirada capturando la imagen, entonces fotografía con/en movimiento. Y me pregunto si estos niños
fotógrafos tendrán consciencia de su pequeño samadhi.
Si les gusta la fotografía
les recomiendo también miren el trabajo de Fernando Aceña y su trashumante
Museo Interactivo de la Luz.Y si también se preguntan
sobre el misterio del adentro/afuera aquí otro fotógrafo que juega con la idea,
Abelardo Morell.
"La Flauta del tiempo interior es tocada la escuchemos o no. Lo que queremos decir por 'amor' es su sonido entrando. Cuando el amor golpea el borde más lejano del exceso, alcanza la sabiduría. ¡Y qué fragancia tiene ese conocimiento! Penetra nuestros cuerpos, traspasa las paredes. Su red de notas tiene una estructura como si millones de soles estuvieran dispuestos en el interior. Esta melodía contiene verdad. ¿En qué otro lugar has escuchado un sonido así?"
Leyendo La Invención de la Soledad de Paul Auster de algún modo resbalé (o caí en cuenta de que ahí estaba) hacia ese horrible sentimiento de la soledad. Las últimas semanas he pensado/sentido/habitado intensamente ese lugar, sin contemplación sino como arando la tierra con las manos, en búsqueda del espectro que la acompaña.
Bécquer dijo que la soledad es el imperio de la conciencia, porque estar solo es estar con uno mismo, hacia adentro, conectado con aquello invisible que subyace a nuestro cuerpo, pensamientos/sentimientos... pero presiento que la soledad no es aquello. Porque cuando nos conectamos con la sustancia de nuestra existencia inevitablemente nos conectamos con todas las sustancias que dan forma a la vida. Y allí no estamos solos. Allí es imposible sentirse solo porque los límites desaparecen.
La soledad es esa fractura que señala el contorno de nuestra piel. Ese espacio donde estamos separados, de lo otro y de los otros, desmembrados incluso de nosotros mismos adentro. La soledad es quedarse callados. La soledad es el apego a lo que se acaba. La soledad es condenarnos a vivir la vida que creemos debemos vivir. Hoy es un día importante en mi vida. Importante y misterioso pues cierro un ciclo que comencé hace solo dos años pero siento como si hubiera transcurrido en siglos de tanto que me ha transformado. A veces nos demoramos en llegar a ese lugar que buscamos, porque es desconocido, porque nuestros hábitos no nos dejan ver más allá, porque la vida se trata de la búsqueda más que de la llegada. Tengo mucho que agradecer pero en el primer lugar está Michelle, un alma enorme en un cuerpo aún pequeño que me recuerda todos los días lo que realmente importa: la magia.
La vida es misteriosa en cuanto a los encuentros. Siempre pienso que con ellos la vida intenta decirme algo, especialmente cuando los encuentros casuales con una misma persona son frecuentes. La mayoría de las veces, en todo caso, no llego a saber qué intenta decirme. Lo que me lleva a una segunda conclusión, no significan nada y tan solo sirven de alimento a la voluminosa construcción de mi mundo imaginario a lo Amelie.
En una época pasada me encontraba siempre con alguien que no quería volver a toparme y parecía una pesadilla, pero luego por fin dejó de ocurrir. Hasta hace poco, me encontraba siempre con alguien que me alucina ver pero de pronto, también dejó de ocurrir. Y me pregunto hasta qué punto y con qué fuerza los eventos externos están ligados a los procesos internos. Porque esos encuentros son en la vida real, cotidiana, esa que no manejamos con nuestros hechizos a los Barbara Eden, pero de algún modo es en esos espacios misteriosos, que unen lo inasible con la materia, donde vamos tejiendo la parte más hermosa del sentido de nuestras vidas.
Viendo este video de Yann Tiersen mientras tomo desayuno me pregunto con quién me gustaría encontrarme corriendo en la calle mientras caen los meteoritos del fin del mundo. Lo bueno, es que se me ocurren varias personas.
En la cama no es mi lugar. Una de las cosas que aborrezco de estar enferma es tener que quedarme en cama, mientras afuera, al otro lado de mi ventana el movimiento de la vida no para de bailar. Solo tres cosas me agradan de estar en la cama. Los sueños, el sexo y la lectura. Y hoy me acompañó Paul Auster en esta última.
Con objeto de hacer lo que haces, necesitas caminar. Andando es como te vienen las palabras, lo que te permite oír su ritmo mientras las escribes en tu cabeza. Un pie hacia adelante, y luego el otro, el doble tamborileo en tu corazón. Dos ojos, dos brazos, dos piernas, dos pies. Éste, y luego el otro. Ése, y luego éste. El acto de escribir empieza en el cuerpo, es música corporal, y aunque las palabras tienen significado, pueden a veces tener significado, es en la música de las palabras donde arrancan los significados. Te sientas al escritorio con objeto de apuntar las palabras, pero en tu cabeza sigues andando, siempre andando, y lo que escuchas es el ritmo de tu corazón, el latido de tu corazón. Mandelstam: "Me pregunto cuántos pares de sandalias se gastó Dante mientas trabajaba en la Commedia." Escribir es una forma menor de la danza.
Es bueno saber que la luna alumbra en todas partes, igual para todos, con sus mareas vivas y sus mareas muertas, succionando nuestro cuerpo en un gran beso. Hoy esa luna acompaña temporalmente a la sombra, vestida de sangre, flotando en el silencio del cielo que como una madre nos cobija a todos en su vía láctea.
Después de tantas horas sin caminar sin encontrar una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros.
Uno ha creído a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada habría después; que no se podría encontrar nada al otro lado, al final de esta llanura rajada de grietas y de arroyos secos. Pero sí, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran los perros y se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente como si fuera una esperanza.
Pero el pueblo está todavía muy allá. Es el viento el que lo acerca.
Te recuerdo Kripton
-
Te recuerdo Krypton
La nave mojada
Corriendo al bunker
Donde trabajaba Jor - El
La tùnica ancha
La lluvia en el casco
No importaba nada
Iba a escaparse K...
MATTHIAS & MAXIME
-
*Tal vez túEnciendas la fiesta de este destinoTal vez túNo entiendas y
apagues toda la emociónDe sentirLos mejores versos que me has
inspiradoHast...
Péndulos callejeros
-
Llevo algo de tiempo intentando observar desde la distancia, toda la que
puedo, lo que está pasando en la calle en relación a la cosa artística, y
muchas...
Delicious Demon
-
Muchos dirán que Islandia es una economía de tamaño ínfimo. Que su
población está homogéneamente bien educada y nutrida. Que tienen un Gini de
25 y un p...
Hasta la próxima
-
*-Andrés Almeida*
Tal vez a estas alturas no importe tanto celebrar algunas palabras de
despedida, pero para este editor resultan indispensables de sacar,...
El "fin" de este blog
-
Este blog ya no se actualizará más. Sin embargo, permanecerá abierto como
un archivo de entrevistas. Tal vez resulte interesante para los entusiastas
del c...
LIMA EN 15
-
Escribo esta pequeña crónica luego de meses de profunda inactividad. Tengo
15 minutos para hacerlo, entre reunión y reunión. Estoy en un hotel en el
distri...