Hace unos días vi el
documental de Win Wenders “La sal de la tierra” donde se muestra el trabajo del
fotógrafo brasilero Sebastião
Salgado y volví a recordar lo que me fascina la fotografía. El documental parte
con su etimología, dibujar o escribir con luz, y Wenders logra muy bien dibujar
con la luz del cine el gran arte de Salgado.
Hay tantas cosas que se
puede decir sobre la fotografía pero estos días pensaba en ella como una
alegoría de la forma en que las personas somos (o estamos siendo cada vez) en
este adentro/afuera que nos constituye a diario como seres conscientes. El gran
invento de la cámara oscura, esa magia del pequeño haz de luz entrando a la
total oscuridad, penetrando con sus formas, texturas y volúmenes, es también
como entiendo que la existencia “de afuera” nos atraviesa dotándonos de
infinitas imágenes que dan forma a esa amalgama que somos.
En la práctica de Hatha
Yoga se trabaja mucho con la idea de opuestos, de fuerzas o estados contrarios,
así como la luz y la oscuridad, y en la confrontación de estos es que aparece
el conflicto como espacio de investigación y desarrollo personal. En mi
práctica personal de los últimos años todo el tiempo estoy hurgando en este
misterio de ser/sentir/pensar, de ver, de escuchar, de descubrir la conexión
entre adentro y afuera. Tal vez lo hago porque tal como dicen los yoguis, el
origen del sufrimiento humano nace del sentimiento/pensamiento de verse a sí
mismo como algo separado de todo lo que existe.
Así como el Hatha Yoga nos
propone diversas técnicas para abordar estos problemas, pienso que la
fotografía también es un campo fértil de acercamiento a estas preguntas. Y en
estas reflexiones conocí a Raúl Heuty, fotógrafo chileno
que realiza talleres con niños para enseñarles el arte puro del dibujo con luz
usando una cámara estenopeica. Escuchándolo hablar de su trabajo, al ver las
fotos de los niños vi en ellas el testimonio de esta incógnita que me atrapa
cuando me pregunto qué es adentro y qué es afuera.
Así como en la meditación
exploramos ese espacio donde el observador y el objeto observado se funden, en
estas fotografías “estenopeicas” pasa algo similar. La mirada y el objeto de la
mirada fundidos en la total belleza e imperfección del camino entre uno y otro.
La fotografía no como la captura de una imagen estática, sino como la captura del
proceso de una mirada capturando la imagen, entonces fotografía con/en movimiento. Y me pregunto si estos niños
fotógrafos tendrán consciencia de su pequeño samadhi.
Si les gusta la fotografía
les recomiendo también miren el trabajo de Fernando Aceña y su trashumante
Museo Interactivo de la Luz.Y si también se preguntan
sobre el misterio del adentro/afuera aquí otro fotógrafo que juega con la idea,
Abelardo Morell.
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