Cuando las cosas mueren, sentimos ese pequeño dolor de estómago que nos recuerda que todo tiene su fin.
Anoche, por ejemplo, inesperadamente el lector de DVD de mi Ibook murió.
Al introducir una película (legal o ilegal), emite quejidos infrahumanos, se sacude cuál ataque epiléptico, guarda un prolongado silencio (dando falsas esperanzas) y luego la escupe, desconociendo por completo a quienes hasta ahora habían sido su principal alimento.
Pero lo significativo de esto no es sólo la muerte de un "lector", sino sus repercusiones.
La primera de ellas es que me quedé a la mitad de Buffalo 66', totalmente prendada de sus diálogos delirantes y, cómo no, de Vincent Gallo.
La segunda, es que me pregunto si el hecho de que el dispositivo sea llamado "lector", lo dotará de cualidades evolutivas (comparables con las de un lector humano), por lo que tal vez su estado actual se deba a una reacción adversa a los innumerables contenidos estéticos y lecturas cinemátográficas a las que lo he sometido todos estos años. (Legítimo rechazo de un "lector" subyugado a los gustos de una mujer)
Lo que me lleva al tercer pensamiento. Este Ibook ya tiene más de dos años... ¿será que, como corresponde a los tiempos, ya se fatigó el material?
Cuartas y quintas posibilidades rondan mi cabeza, pero la imagen de Vincent Gallo golpeando a mi puerta con su overol MAC y su maletín de herramientas me dicen que tal vez sea hora de dormir.
Roma eterna (2)
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Por Daniel Link para *Perfil*
Es muy raro que los columnistas especializados en política no hayan
explorado el acontecimiento que representa la película ...
Hace 1 día
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