jueves, 29 de octubre de 2009

LA SIMPLE HISTORIA

Todo el esfuerzo que uno pone en darle sentido a la vida,
pero no uno cualquiera, sino uno tracendente, poético,
lleno de hazañas y sorprendentes historias.

Cantidades de horas dedicadas a constuir mundos internos
aritméticamente organizados para llegar a la ecualización perfecta,
esa misma que tienen las buenas películas,
donde no se siente el asiento,
donde la música te aprieta la guata,
donde hasta lo malo pasa por algo bueno.

Ayer era un día de esos.
Caminaba de regreso a mi casa
y el pavimento desprendía ese calor que anuncia el verano.
De pronto todo era diferente a la noche anterior.
Ahora la gente de la calle se veía más linda, menos amenazante.
Caminaba sintiéndome como en un comercial de Benetton,
y mientras respiraba, sólo sentía la alegre calma de quien nada espera.

Subí las escaleras, entre, dejé mi bolso y mis libros sobre la mesa
y me senté por un momento a disfrutar del olor del lustramuebles.
Todo limpio, todo ordenado,
el sueño de la dueña de casa que llevamos dentro,
pero que ocultamos detrás del aparente abondono de un rol
que hemos elegido no desempeñar.

00:45 am
Estoy sentada en el sillón del living.
Aún, antes de dormir,
tengo que terminar de escribir un esayo sobre políticas públicas,
contestar una pauta del ramo de prensa,
terminar de preparar mi clase de comprensión lectora,
contestar mails,
leer dos artículos para diseño de campañas educativas,
y... depilarme!!!
(pienso que mañana habrá 31º y será mejor usar polera de manga corta,
y en verdad la onda europea no es la mía, y necesito una pausa antes de
volver a usar mis neuronas después de 16 horas sin parar)

De pronto, no se cómo,
no me acuerdo (para efectos dramáticos de esta historia).
Estoy parada en la cocina con mis manos bajo el chorro de agua fría,
sintiendo dolor,
mucho dolor,
los dedos meñique de ambas manos quemados.
Puta que soy quemá por la cresta!

Corte directo.
Maldigo al nochero de la iglesia que detrás de la reja me susurra silbidos.
Evito a los curados que me piden plata.
Camino de regreso a mi casa con kilos de picrato de butamben
en las quemaduras.
¿Por qué cresta le ponen "alivio inmediato" si no es verdad?

2:00 am
Llevo mucho rato, no se cuánto,
sentada en la misma posición sobre el sillón del living.
Tengo un dejavú, sólo que ahora no hay nada por delante.
Me tomaría una cerveza, no,
una copa de vino, no,
en verdad me tomaría un roncola sin cola.
Al menos ya no me duele tanto.

2:45 am
Me quedé dormida.
Despierto y en ese preciso momento se revienta una ampolleta.
Debo agregarla a la lista que me dejó la sra Toya.
Me gusta el olor a lustramuebles.
Me recuerda un no se qué feliz.
¿Me acuesto?... qué más puedo hacer...

Pongo la cabeza en la almohada y me acuerdo que la noche anterior
tuve una pesadilla.
Y pienso que es mi pesadilla recurrente, cuando las tengo,
que es cada un par de años.

Estoy en mi casa (antes era en casa de mis padres)
y me doy cuenta de que un ser masculino quiere entrar a ella.
Tengo miedo porque además es una presencia demoníaca.
Y pienso que ha quedado una ventana abierta,
una puerta sin pestillo...

De repente, después de tanto soñar con esto, es tan obvio...

Hoy creo que después de todo,
a veces sí conseguimos historias poéticas
o de grandes y heroicas azañas.
(les aseguro que ir a la 1:30 de la mañana a comprar a la
farmacia de la posta de portugal y salir viva lo es)

1 comentario:

Diego Divagando dijo...

Bello. Me gustó este escrito... recordé cuando usaba ese Picatro (de Butesin, no?) para las quemaduras cuando chico. Una pomada amarilla, pastosísima... que mucha más que aliviar, creo que calentaba las quemaduras... auqnue sí era muy efectivo al otro día.

El otro día anduve por esa farmacia tipo 5 de la mañana.... pero en auto. Recuerdo que pensé que no era buena idea ir caminando. De verdad es una azaña.

Anda dando vueltas por este blog el tema de la trascendecia. Está bueno ponerlo en el tapete.