viernes, 28 de agosto de 2015

La profesora

Una de las cosas buenas de ser la profesora es que siempre tienes el desafío de conectar con quienes llegan a tu clase en cuerpo, pero no en alma (y ojo que a veces son la mayoría).
En las salas de profesores lo que más se oye son reclamos de la "calidad" de los alumnos, de su "incultura" (qué retrógrada forma de definir cultura), de que no saben ni se interesan por nada, de que todo esto es un negocio y que la selección no discrimina...
Me pongo a pensar entonces en que tienen razón pero de forma equivocada. Tienen razón porque siguen pensando en la universidad de hace 40 años donde los que estudiaban eran la elite intelectual y en muchos casos económica de este país. Alumnos provenientes de familias con cultura académica, profesionales letrados, intelectuales, en mi época pobres como ratas en muchos casos con la dictadura, pero todos acostumbrados a pensar y hacer como se piensa y hace en la universidad.
Yo estudié en la Universidad de Chile, donde el rigor (teatro además tienen sus rigores extremos), la autorregulación, la proactividad, el conocimiento y contacto con la vida y el mundo, la curiosidad, el placer y compromiso hacia la carrera, la admiración hacia los maestros y otras características que hoy extrañamos en nuestros estudiantes eran la única forma de "ser" en la universidad. Yo lo disfruté. Y lo sufrí, también. Y hoy, cuando veo a mis estudiantes mirándome con sus ojitos como apagados, me apena ver que en ellos lo que se refleja mas que ignorancia es desesperanza. Porque cuando yo estudié queríamos cambiar el mundo y entendíamos que ese era nuestro camino. Pero estos mis alumnos están ahí porque son la esperanza de una vida mejor para sus familias, porque el colegio los convenció durante 12 años de "invertir" en su futuro, porque estudiar ahora es un negocio, entonces el cálculo es qué puedes estudiar para ganar plata, con el puntaje que sacaste en la PSU por supuesto, y además, al parecer todavía nos seguimos creyendo eso de hay que "culturizarse" para ser alguien.
También en la sala de profesores escucho algunos que no se hacen problema, total el que atina atina y el que no no es su problema. Y vaya que problema porque esos repitentes, y en muchos casos futuros desertores, ya en el primer año deben al menos un pulmón y el páncreas al banco. Otros, que menos problema se hacen, casi no hablan, hacen su clase rapidito, aprueban a todos y pasan piola, porque no olvidemos que los profesores somos "prestadores de servicios" y nuestro servicio lo evalúan nuestros "clientes" con una evaluación docente al final del curso que más parece una encuesta de satisfacción.
Otra de las cosas buenas de ser la profesora es que dentro de la sala siempre puedes hacer lo que quieres. Hoy en día me importa poco el programa. Más intentos hago porque aparezca el brillo en sus ojos, porque si eso ocurre entonces el pequeño conocimiento que yo les comparto en mi curso se multiplicará en ellos de formas que ni yo puedo imaginar.

Esta canción se la debo a mi hermano que me mostró Pink Floyd, y la de abajo es la versión que le mostré a mi sobrina (su hija) y que ahora no para de escuchar. Las vueltas de la vida!!!




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