sábado, 18 de abril de 2009


A veces las cosas que nos sucedieron tiempo atrás parecen tan remotas.
Tanto que pareciera que nunca ocurrieron.
Personas, paisajes, temperaturas que sentíamos propias y que ahora ya nunca serán como antes.
Cuando recuerdo cómo era mi vida hace un año atrás, hace dos, hace tres, hace 33, dimensiono el paso del tiempo y me parece fantástico y espeluznante a la vez.
Todo hacia atrás se ha vuelto inasible, ni los objetos, ni las fotos, ni los fetiches que colecciono retienen eso que era.
Entonces sucede que sólo queda el cuerpo, con todo lo de adentro, con lo que no vemos, con sus sensaciones inexactas y sus impulsos racionales e irracionales.
Cuando es posible, o probable, que lo que hay a nuestro alrededor se desmorone y desaparezca, podemos habitar el cuerpo y ver como todo se derrumba -menos nosotros-.
Después de eso, recoger algunos escombros y sacudirles el polvo, colgarlos en las paredes, ponerlos en el balcón, escribir con ellos un par de cuentos o guardarlos en cajas hasta la próxima mudanza.

3 comentarios:

Diego Divagando dijo...

Es heavy el concepto de permanencia. Es algo como que no dominamos. Es algo que nuestro subconciente maneja sin nuestro permiso. Uno no elije lo que recuerda o lo que se le queda dentro. Como tampoco se puede controlar la permanencia que uno desearía que se produzca fuera de nosotros. El cuerpo es como un álbum, es cierto. Lo que hacemos en la vida se le traspasa.

PD: Buena la foto de Copacabana... tengo bellos recuerdos de ese lugar.

Unknown dijo...

A veces, por más que uno quisiera olvidar ciertos aspectos del pasado, los sueños, el inconciente, se encarga de hacer de tiempo una categoría inútil. Claro, me cuesta recordar-me, ver-me desenvolviéndome en un lugar en el que estuve viviendo hace 2 años, me parece increíble porque es tan distinto todo ahora. Hace poco un sueño me puso de nuevo allí en carne y hueso, y me dio alegría, y me dio nostalgia y me abrió heridas.

Carlos Tromben dijo...

Los libros, los objetos-libro, son ese sentido el mejor y más delicado mecanismo mnemótico... En sus páginas van quedando boletos de micro pre-Transantiago, colillas de depósito de banco, cuentas y recibos que nos instalan fugazmente en un no-lugar de paso... ¿Qué sentíamos hace diez años al hacer ese depósito, al comer ese completo?