La lluvia remueve cosas,
arrastra hojas,
despierta ánimos y destapa alcantarillas.
Cuando es invierno,
la primera lluvia
nos detiene,
nos devuelve el aire fresco,
y nos despierta del letárgico
e interminable comienzo de año.
La lluvia
de pronto
nos devuelve el silencio.
Ayer,
entre basura mojada,
paraguas rotos,
gente que corría
y perros que miraban lánguidos,
caminé bajo la lluvia
disfrutando de un Santiago que no cambia,
que me recuerda que ni la web 2.0,
ni los televisores de plasma,
ni los magíster o postdoctorados
nos harán dejar de ser lo que somos.
Roma eterna (2)
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Es muy raro que los columnistas especializados en política no hayan
explorado el acontecimiento que representa la película ...
Hace 1 día
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