martes, 18 de agosto de 2015

KARMA

Karma es un concepto difícil de comprender para los que crecimos en occidente pero desde que estudio Hatha Yoga he sentido gran curiosidad por buscar su real sentido. En principio cuando escuchaba a alguien decir la palabra karma la mayoría de las veces era en alusión a algo negativo que le sucedía a esa persona y por lo tanto, una especie de "castigo inevitable" resultante de una mala acción cometida en el pasado. Incluso algunas veces en la expresión "es mi karma" sentía deslizarse una especie de resignación ante la mala suerte.

Karma deriva de la raíz kri "hacer o fabricar" por lo cual su significado puede extenderse a conceptos como acción, trabajo, producto o efecto. Nuestra existencia como humanos reside precisamente en esta condición de "actuantes" donde la impermanencia de las cosas nos moviliza, pues el único estado permanente que conocemos es la muerte (al menos en nuestras fantasías ya que solo cuando estemos muertos lo sabremos).

Cuando esta idea de karma apareció en mis clases comencé a fijarme en las razones por las que hacía lo que hacía y descubrí que siempre tenía segundas intensiones. Mis actos no eran ingenuos pues de alguna forma siempre calculaba el efecto que estos causarían, obviamente, siempre devueltos hacia mi en forma de ganancia.

Se que es un lugar común decir que somos lo que hacemos (no lo que decimos ser o hacer) sin embargo, desde mi perspectiva en la acción subyace una segunda capa, la del "como hacemos lo que hacemos". Es verdad que nuestras acciones reflejan lo que somos, al menos hasta el momento presente pues quienes somos (o creemos ser) cambia en el transcurso de nuestras vidas. Pero en las acciones no solo vemos nuestro reflejo pues su efecto también es hacia adentro. 

Cada cosa que hacemos, desde leer un libro, cocinar, escribir una carta, decir algo a otro, pensar de algún modo particular, hasta creer en algo, supone una actitud interna hacia la acción (consciente o inconsciente) lo que implica entonces una constante retroalimentación entre estas acciones y nuestra propia esencia. Así reafirmamos, cuestionamos, derrumbamos o construimos nuestras estructuras de personalidad y autoimagen.

Reflexionar a cerca de lo que hacemos, pero más aún sobre cómo lo hacemos, con qué fin y con qué actitud interna, es una puerta directa a nuestro interior y una gran herramienta de crecimiento y evolución personal. Mirar nuestras acciones hacia adentro, descubrir sus huellas en nosotros mismos, es la mejor manera de actuar coherentemente hacia el exterior y en relación a quienes elegimos estén en nuestras vidas.

El karma entonces no es mala suerte, es la posibilidad de actuar conscientes y hacer de nuestras acciones una forma de experimentar la propia existencia.





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