En la cama no es mi lugar. Una de las cosas que aborrezco de estar enferma es tener que quedarme en cama, mientras afuera, al otro lado de mi ventana el movimiento de la vida no para de bailar. Solo tres cosas me agradan de estar en la cama. Los sueños, el sexo y la lectura. Y hoy me acompañó Paul Auster en esta última.
Con objeto de hacer lo que haces, necesitas caminar. Andando es como te vienen las palabras, lo que te permite oír su ritmo mientras las escribes en tu cabeza. Un pie hacia adelante, y luego el otro, el doble tamborileo en tu corazón. Dos ojos, dos brazos, dos piernas, dos pies. Éste, y luego el otro. Ése, y luego éste. El acto de escribir empieza en el cuerpo, es música corporal, y aunque las palabras tienen significado, pueden a veces tener significado, es en la música de las palabras donde arrancan los significados. Te sientas al escritorio con objeto de apuntar las palabras, pero en tu cabeza sigues andando, siempre andando, y lo que escuchas es el ritmo de tu corazón, el latido de tu corazón. Mandelstam: "Me pregunto cuántos pares de sandalias se gastó Dante mientas trabajaba en la Commedia." Escribir es una forma menor de la danza.
Diario de invierno. P. Auster
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