Cuando camino a casa me encuentro de cara con la arquitectura invisible.
Esa que traza y eleva viviendas invisibles, dibuja límites imaginarios y ordena el tránsito peatonal con la certeza de un dibujante ciego.
En esta arquitectura invisible, hay líneas imaginarias, que ordenan rutas imaginarias en donde hombres y mujeres caminan en busca de sentido, en busca de algo que esperan cambie sus vidas para siempre.
Pero habitar esta arquitectura invisible tiene más costos que beneficios.
Mientras esos hombres y mujeres caminan, no ven que detrás de esas paredes invisibles no hay nadie que espere por ellos.
La última filóloga
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Élida Lois tenía una voz incomparable: con la misma gravedad de la de Olga
Orozco, pero sin los rastros de tabaco y alcohol que la poeta necesitó para
es...
Hace 19 horas