abrió sus puertas en este antiguo y nostálgico edificio.
A partir del lunes, media cuadra más al norte por Lira,
y en un local similar a panadería Castaño,
reabrirá sus modernizadas puertas.
En unos meses más, o semanas,
comenzarán los trabajos de demolición
y la construcción de otro edificio feo más.
Cuando lo supe,
entré a conversar con quienes trabajan ahí
para convencerlos de tomarse una foto en la fachada.
Recordar, pensé.
Un testimonio que abra paso
al ejercicio incierto de la memoria...
Recordé que cuando me vine a vivir a Lira,
mi amiga Pamela me habló de esta panadería,
de los inolvidables desayunos con croissant crujientes,
de los almuerzos domingueros con empanadas,
de las marraquetas con palta
que nunca había vuelto a comer
después de irse de su casa de Jofré.
Hoy al despertar,
pensé en lo cercano de mi partida de Lira.
Recordé el primer día que dormí aquí,
después de comerme mi primera empanada Lido.
Esa noche no dormí sola, pero las siguientes sí.
El inicio de una nueva historia, de nuevas calles,
de nuevos amigos, de nuevos amores y desamores,
de bailes y reparadores romances pasajeros,
de mascotas:
Federico unos pocos meses y Cala hasta ahora.
De personajes increíbles que convirtieron
este tiempo, en una gran película.
Cuantas historias con mis vecinos:
Los gendarmes abúlicos y los reos ebrios en sus 4x4.
El cura barrendero
y el nochero caliente de la iglesia de enfrente.
Todos los novios que dijeron
sí frente a mi ventana,
y todos los muertos que partieron al entierro.
La misteriosa señora Löenberg que nunca vi,
y que aún creo disecciona cerebros
en algún laboratorio subterráneo.
Mi vecino freak,
el de la invitación a andar en bicicleta:
V: "..., pero vayamos lejos, hasta P. de Valdivia con Bilbao."
S: "No, gracias, tengo que trabajar..."V: "Ups!"
(algunos reirán al recordar esta historia)Mi vecina
Doña Florinda del piso de abajo.
Mi vecina señora-señor.
Las
nanas que mantienen el edificio.
Las interminables copuchas de puerta a puerta
en una especie de sobremesa, sin mesa.
Mi amigo el dueño de la botillería Zepellin
que entre sonrisas y tumbos,
carreteando con sus ayudantes,
y escuchando Led Zepellin,
siempre me atendió como un dulce:
"dígame mija".
El Divino Anticristo que cada vez que me veía
me gritaba con su voz chillona
"¡el altísimo te mira, mujer!"El guardia de la caseta de seguridad
que todas las tardes me miraba pasar,
a la misma hora,
y que siempre creí me diría algo,
pero siempre calló.
Los vagabundos que desalojaron
y que me pregunto en qué calle dormirán ahora.
La Chakira, una de sus perritas...
Siempre he sentido esquivo el paso del tiempo.
Y aunque atesoro miles de historias
desde que recuerdo alguna,
nunca hasta ahora me había dado cuenta de ello.
Pequeñas historias que hacen de la vida, una vida.
Historias grandes y chicas.
Historias cortas y otras para siempre abiertas.
Historias que quieren ser contadas
y otras que prefieren ser olvidadas o enterradas.
Historias que tienen colores,
como el rojo de los atardeceres de Lira,
como el gris de algunos llantos,
como el amarillo de las mañanas en mi pieza.
Historias que guardo para mí,
para cuando me reencuentre con sus protagonistas,
o para llevármelas al ánfora silenciosamente.
(prefiero que me cremen)Cuando llegué a vivir a Lira,
este blog fue el inicio de una historia más.
En ese entonces yo era un
cuerpo de mujery escribía
para acabar con el juicio de dios.
Hoy, el juicio de dios ya no existe
y en mi cuerpo de mujer
habito yo nuevamente.